Raíz de nuestra memoria
A Rosalba Bueno Tapasco
Desde las cumbres sagradas de San Lorenzo,
allí donde el río susurra secretos antiguos,
naciste, madre, con el alma bordada de niebla,
con la tierra en los pies y el fuego en la sangre.
Fuiste hija del maíz, del barro y la palabra,
creciste entre colibríes, luna y jagua,
pero un día el dogma bajó de los altares ajenos
y te arrancó la raíz, disfrazado de fe.
Te alejaste con el deber como equipaje,
cargando la cruz y el olvido,
dejando atrás la casa, el nombre sagrado,
la lengua que tejía tu memoria con los ancestros.
Moriste lejos, madre, sin canto ni danza,
sin el aroma del maíz ni el abrazo de tu río.
Pero tu espíritu jamás se extravió:
vive en mi carne, en mi andar, en mi voz, en mi memoria.
Hoy, más de veinte lunas largas han pasado,
y sigo buscando tu nombre en el humo del fuego,
en la mirada de las abuelas, en la lluvia que canta,
porque aunque partiste, sigues siendo mi origen.
Rosalba Bueno Tapasco, madre, montaña, mujer embera,
te honro en cada paso hacia nuestro territorio,
te llevo tatuada en mi pecho como espiral sagrada,
guía de mi sangre, raíz de mi ser.








Raíces
Volver al origen no se logra en soledad. Todo viaje profundo necesita de quienes sostienen el territorio con su presencia, quienes resguardan la memoria como un fuego que nunca se apaga. Así ha sido con mis tíos: Blanca, Nubia, Evelio y Hernán . Cada uno, desde su lugar, ha sido parte fundamental en este proceso de sanación, búsqueda y reconexión.
Tía Blanca, En la sagrada tierra del Resguardo Indígena de San Lorenzo, donde los caminos de barro se entrelazan con la historia y el corazón de la Madre Tierra, habita Blanca Bueno Tapasco. Ella fue la primera persona que abrió su casa y su corazón al regreso de un hijo que buscaba respuestas, un hijo de su hermana, que volvía al origen guiado por el llamado de la memoria.
Tío Evelio, con su andar pausado y su mirada firme, ha sido como un árbol antiguo que ha visto pasar los años, pero aún se yergue con dignidad. Su presencia, silenciosa y fuerte, nos recuerda que el territorio se habita también desde la paciencia y el cuidado. Con él aprendimos que no todo se dice con palabras; hay verdades que se transmiten con la forma en que se pisa la tierra.
Tío Hernán, con su forma sencilla de ser, ha aportado al tejido con la calidez de la familia que nunca se fue. Su gesto siempre dispuesto, su cercanía amable, nos acompañó como un viento tranquilo que empuja la canoa sin hacer ruido. Él representa esa parte de la familia que sostiene desde la presencia cotidiana, que ayuda sin preguntar, que da sin esperar nada a cambio.
Y la tía Nubia, nuestra tía querida, también ha sido parte de este espiral de memoria. Con ella el territorio se hizo aún más cercano, más humano, más nuestro. Su palabra, su risa, su memoria, han ayudado a ensamblar los fragmentos de historia que nos faltaban. Su compañía fue abrazo, fue historia compartida y fue raíz firme en medio del reencuentro.
Guardianes de la memoria


Evelio Bueno Tapasco
Nubia Bueno Tapasco
Blanca Bueno Tapasco
Hernán Bueno Tapasco


Mi padre y mis hermanos — el otro territorio que me sostuvo
En esta historia tejida por la ausencia, por la búsqueda y por el deseo de volver, hay una orilla que nunca dejé, que me habitó en silencio, que me sostuvo incluso cuando yo no sabía que necesitaba ser sostenido: mi familia. Mi padre y mis seis hermanos han sido el otro territorio, no geográfico, sino emocional y espiritual, donde ha germinado el amor que me ha permitido caminar.
Mi padre, firme como el tronco de un árbol que no se doblega con facilidad, ha sido a la vez sombra y raíz. Crecí bajo sus creencias, tan distintas a las mías, con ese abismo entre su fe y mi identidad. Pero a pesar de las diferencias, fue su amor el que nunca me soltó. En este viaje de retorno, descubrí que la verdadera espiritualidad no está en las doctrinas ni en las imposiciones, sino en el amor que se da sin condiciones. Él me enseñó que el vínculo más profundo no es el que piensa igual, sino el que ama a pesar de las distancias.
Y mis hermanos y hermanas: Orfa, Josué, Abi, Betza, Raquel y Abner, seis astros girando en el mismo cielo de nuestra historia compartida, han sido mi fuerza. Son la risa que resiste, el abrazo que no pregunta, el fuego que no se apaga. Son la infancia vivida juntos en medio de la ausencia, y ahora, son la compañía en esta espiral de retorno. Cada uno lleva consigo una parte de mamá, un fragmento de su voz, de su mirada, de su ternura, que ahora se entrelaza con la mía.
A ellos, mis hermanitos del alma, les debo el coraje de volver, el sentido de familia y la posibilidad de reconciliarme con el pasado.
Ellos estuvieron allí cuando la vida dolía, cuando la búsqueda parecía imposible, cuando la memoria pesaba más que el cuerpo. Con ellos se tejió el otro lado del puente.
Este documental no es solo el llamado de la madre.
Es también la respuesta de los hijos, de los hermanos, del padre que ama.
Ellos son el otro territorio del que vengo, con quienes he caminado y gracias a ellos se cumple mi anhelo de volver
Mi territorio familia




Ubicación
Nuestro viaje inicia en la ciudad de Medellín hacia el territorio ancestral de nuestra madre, para un encuentro donde la memoria y la espiritualidad se entrelazan con nuestras raíces.
Territorio
Territorio Ancestral Indígena de San Lorenzo
Documental
Lunes a Domingo